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Rompiendo Modelos

Rompiendo Modelos
Por Roberto C. Delgado
Foto: Tomada de INTERNET

•¿Por qué los hombres están tan obsesionados en parecerlo?, ¿qué les impulsa a afirmar constantemente su condición?, ¿el miedo a revelar su fragilidad?

Durante siglos, el hombre (macho humano) ha impuesto sus leyes en el planeta, sojuzgando a su compañera, la mujer. Un fenómeno que trasciende los límites de las épocas, lo cual no significa que haya permanecido indemne.
A lo largo de la historia ha existido un error del cual no se escapan ni siquiera intelectuales, sicólogos o sociólogos: se trata de la confusión entre virilidad o masculinidad y machismo, atribuyéndose a la masculinidad los defectos del machismo, y considerándose este último como una consecuencia de la masculinidad.
Esta confusión de conceptos es aún mayor en la persona común, le temen al cambio, tanto mujeres como hombres, pues a la hora de tener que definir su propio género de una manera superior, libre de atavismos, vicios culturales y revanchismos, quedan en la más absoluta oscuridad.
CONCEPTOS QUE PERSISTEN
Este fenómeno surgió desde muy temprano en la historia de la humanidad (desde la aparición de la división social del trabajo). Varias culturas se han manifestado por milenios con símbolos que hacen referencia a ello.
La figura de un dragón lo simbolizaba en la tradición china; lo mismo ocurría en la Edad Media, en las órdenes de caballería. En las antiguas órdenes egipcias era representada por la serpiente que salía de la frente del Faraón, demostrando así el dominio completo que este tenía.
En la India floreció el Tantra Yoga y en la China el Tao del Amor. Por otra parte, la Serpiente Emplumada de los Aztecas y de los Mayas hacían referencia también al mismo significado.
En fin, dondequiera que miremos encontraremos evidencia de que los pueblos antiguos tenían un conocimiento bastante acabado sobre este asunto.
VISTO POR UN EXPERTO
Luis Robledo, profesor de la Universidad de La Habana y uno de los pocos estudiosos del tema de la masculinidad hegemónica o machismo en el país, explica: "Como hizo el movimiento feminista y sus luchas a favor de la liberación de la mujer de ‘ciertas cadenas’, se está forjando un movimiento masculino a favor de no tener que ‘demostrar’ todo el tiempo que son hombres.
"Serlo significa, para buena parte de la sociedad cubana, nunca ser débil, ni estar triste, ni expresar afecto hacia otros hombres, ni negarse a los reclamos sexuales de una mujer, ni hacer tareas consideradas como femeninas.
"Sin embargo, este modelo empieza a romperse por el acceso de la mujer a espacios tradicionalmente masculinos y el cambio en la manera pública de comportarse de algunos hombres.
"En las últimas décadas, el sexo fuerte, como muchos le llaman, empieza a participar más en las tareas del hogar, aunque el peso fundamental, en la mayoría de los casos, siga cayendo sobre las féminas. También se reevalúa el rol de la paternidad.
"Por supuesto — aclara Robledo — , sería un error decir que en Cuba ha dejado de existir el machismo o suponer que hemos sobrepasado la sociedad patriarcal. La virilidad sigue siendo un valor positivo y la feminidad un valor negativo."
De acuerdo con el sociólogo, en este proceso ha influido toda la labor del movimiento feminista que está diciendo que el "orden" establecido no es natural, por el contrario, es construido y, por tanto, se puede cambiar.
Para Robledo, en los próximos años esta situación debe evolucionar hacia "un concepto de cooperación entre los dos sexos y entre todas las formas de expresión de la sexualidad.
"En definitiva, la noción patriarcal no es eficiente, y tiene que morir, y surgir una mejor, que es precisamente la cooperación entre hombres y mujeres."
Esto implicaría la subversión del concepto de subordinación de lo femenino y lo masculino: "la mujer no puede seguir siendo un sujeto comparado al hombre, tiene que ser en sí misma".
HOMBRES A LA DEFENSIVA
"Desde chiquito me enseñaron cómo tenía que comportarme, que yo era varón y que no podía llorar, jugar con las niñas y hasta que debía responder al estímulo sexual de cualquier mujer para hacer mi papel", cuenta un joven de 18 años para quien ser el macho en cualquier escenario es lo fundamental.
Por su parte, otro de un poco más de edad reflexiona: "A veces actuamos como machistas para quedar bien. A mí, por ejemplo, no me interesa acostarme con cuanta muchacha se fije en mí, prefiero hacerlo con quien de verdad me guste, pero en más de una ocasión he tenido que ir en contra de mis ideales, por el que dirán."
Este menos comprensivo expone: "No es que yo tenga complejo, pero hay cosas que son para los hombres y otras para las mujeres. Por mucho que nos quieran igualar, somos diferentes."
El miedo —consciente o no— a ser percibidos como débiles presiona a ejecutar todo tipo de conductas y actitudes exageradamente masculinas, para asegurar de que nadie pueda formarse una idea errada.
Una de las piezas centrales de esa exageración es rebajar a las mujeres, excluyéndolas tanto de la esfera pública como descalificándolas de manera sistemática.
Ser visto como poco hombre es un miedo que impulsa a negar la hombría a los otros, como una manera de probar lo improbable: que se es del todo varonil.
La masculinidad deviene defensa contra la amenaza de humillación a los ojos de otros, actualizada por una secuencia de posturas: las cosas que podrían decir, hacer o, incluso, pensar.
Casi siempre se iguala con el ser fuerte, exitoso, capaz, confiable, y ostentando control. Sus propias definiciones, desarrolladas en nuestra cultura perpetúan el poder de los hombres sobre otros, y sobre las mujeres.
El machismo, entonces, vendría a ser una construcción cultural, basada en la historia de la evolución de los roles de género, en esencia, es un modo particular de concebir el rol masculino basado en el mito de la superioridad y en la autoridad que "por derecho propio" tienen.
Los modos de actuar son aprendidos, este proceso se lleva a cabo en un contexto histórico y sociocultural que imprime su sello en la individualidad. Las actitudes pueden cambiar, no son estáticas, pero en el caso del machismo la transformación esperada debe pasar por la ruptura de los paradigmas que todavía hoy permanecen encubiertos.
Si miramos a nuestro alrededor descubrimos que en la cotidianeidad hay fantasmas que siguen haciendo mella en la sociedad.
En el entorno, e incluso, en nuestros padres y madres, se intuye el peligro de los hábitos, de las palabras más frecuentes, de esas que parecen tan inocuas y que, sin embargo, llevan la semilla de la dominación masculina hacia su perpetuidad.
Hemos asistido en esta época a la inclusión de la mujer en la lucha por la igualdad, y nos alegra, mas no es suficiente, urge extirpar todas las formas de dominación, no tan solo el machismo, sino a todo abuso cometido en el contexto de la desigualdad de posiciones.

3 comentarios

Miguel Angel -

Excelente artículo o post. Ojalá pudieras visitar mi sitio en el que escribí un post (lo titulé Noche de Brujas) sobre el mismo tema. Me gustaría tu opinión.

Anónimo -

Encendida
viene la edición de abril de
www.AndresRivero.com
Cuba en el Recuerdo

Anónimo -

Caliente...
la edicion de Abril de
www.AndresRivero.com
Cuba de verdad